Me encontré este texto por ahí navegando y explica algo en lo que yo siempre estuve de acuerdo mas nunca había podido expresar, bueno se los dejo y concuerdo en muchas cosas con este texto a continuación:
Muchos ilustres de la
historia han sido malos estudiantes. Para alcanzar el éxito, la curiosidad y
ser inmune al desánimo son tan importantes como los títulos.
La historia de la ciencia y de la
cultura está llena de malos alumnos que de adultos destacaron por sus logros.
Entre los peores de la clase, en algún momento de su formación, estaban Albert
Einstein, Charles Chaplin o Alejandro Amenábar. Miguel de Unamuno suspendía la
asignatura de literatura, y Marguerite Yourcenar nunca pasó por la escuela.
¿Cómo lograron salir adelante y alcanzar la cima de su profesión?
¿Eran demasiado inteligentes y les aburría lo que se enseñaba en clase?
En el otro extremo del aula, el publicista Paul Arden explica en
su libroUsted puede ser lo
bueno que quiera ser que,
a menudo, los más listos de la clase no triunfan en la vida. A continuación
veremos por qué.
"Mantener viva la curiosidad, aprovechar las oportunidades y saber
rodearse de las personas adecuadas son decisivos para alcanzar el éxito.
"La clave para los patitos feos es entender su diferencia como algo positivo,
ya que les va a permitir hacer cosas extraordinarias.
Expertos en pasado o en futuro
"La educación es lo que queda después de que uno ha olvidado
lo que aprendió en la escuela"
(Albert Einstein)
Arden lo explica de este modo: en la escuela se aprende sólo el
pasado, los hechos conocidos. Cuantos más hechos se recuerdan, mejores son las
notas. Los que fracasan en la escuela no están interesados en el pasado, tal
vez porque piensan en clave de futuro. O simplemente no tienen buena memoria.
Pero esto no significa que no puedan tener éxito.
Lo único que demuestra el fracaso escolar de estos niños es que la
educación académica no ha sabido estimular su imaginación. Por tanto, según
esta hipótesis, los primeros de la clase dominan el pasado, mientras que muchos
malos estudiantes son especialistas en imaginar el futuro, que es donde se
encuentran sus éxitos. Por muy malas notas que hayan cosechado, si tienen un
objetivo en la vida, encontrarán las fuerzas y los recursos para alcanzarlo.
Para ellos, el mundo exterior es la verdadera escuela que les pone a prueba y
les procura grandes lecciones.
En una sociedad que promueve la comparación hay personas que
sufren un complejo de inferioridad por el hecho de no tener una carrera
universitaria, especialmente si frecuentan un ambiente de licenciados. Sin
embargo, basta echar una mirada a las biografías de grandes empresarios,
intelectuales y artistas para comprobar que muchos de ellos no terminaron sus
estudios.
Mantener viva la curiosidad, aprovechar las oportunidades y saber
rodearse de las personas adecuadas son elementos mucho más decisivos para alcanzar
el éxito que un título académico, por muy brillante que sea el expediente.
También parece demostrado que hacer algo que nos guste -o lograr que nos guste
lo que hacemos- es un ingrediente esencial para triunfar. Más allá de la
inteligencia con la que estamos equipados, una actitud constante e inmune al
desánimo completaría el kit básico de las personas que aspiran a la
excelencia en su área de trabajo.
Mal de escuela
"Siempre me ha encantado aprender. Lo que no me gusta es que
me enseñen" (Winston Churchill)
Volviendo a los últimos de la clase, el escritor Daniel Pennac
habla en su ensayo Mal de escuela sobre la educación desde el punto de
vista de los malos alumnos como él. En un relato apasionante, mezcla de
recuerdos y reflexiones sobre la pedagogía, este autor hace hincapié en el
sentimiento de frustración que embarga a este tipo de estudiantes:
"Todo nace de una primera incomprensión, de un problema de
inhibición provocado por la timidez, el azar o cualquier otra causa. Y se
acumula y se interioriza. Te dices a ti mismo que eres idiota, un cretino, que
no hay nada que hacer contigo. Si te consideras idiota, entonces quedas
liberado de cualquier esfuerzo. Lo tuyo es irreparable. (...) Sin embargo, en
todo el tiempo que trabajé como profesor de alumnos de bachillerato nunca me
topé con ningún muchacho idiota. Los padres pueden, podemos ser idiotas, la
televisión, los libros y los grupos también, pero los chavales no lo son. Los
hay más vivos, más atrevidos, más rápidos, pero ninguno es idiota".
Uno de los tormentos de la etapa escolar que analiza Pennac es el
de la memoria. Los adultos recordamos las penosas jornadas de estudio en las
que sudábamos para recordar fórmulas, verbos conjugados, nombres geográficos y
fechas. Los alumnos peor aconsejados se quemaban las cejas tratando de
reproducir un párrafo de los apuntes de historia al pie de la letra.
No obstante, se trata de una información que el alumno olvida
inmediatamente después del examen. Y lo peor de todo es que puede llegar a
reproducir el párrafo sin haber entendido el sentido del texto. Éste es un
error que Pennac se esforzó en no cometer en su etapa como profesor: hacer
entender a los alumnos que la memoria no es cuestión de acumulación, sino de
comprensión. Aun así, asegura que "cuando se habla de violencia en la
escuela no hay que olvidar que la escuela es, per se, el lugar de todas las violencias. Es
el lugar donde se entrechocan el conocimiento y la ignorancia. Enseñar es
violento, es violentar al otro".
Los grupos de Wallach y Kogan
"Cada persona es un genio al menos una vez al año. Los
verdaderos genios simplemente tienen ideas más a menudo" (G. C.
Lichtenberg)
Ya hemos visto que muchas personas brillantes recibieron suspensos
y mostraron una actitud de rebelión. A menudo son sujetos por los que nadie
daba un céntimo, por "tener la cabeza llena de pájaros" o porque eran
incapaces de seguir unas normas.
Teniendo en cuenta que España es uno de los países europeos con
una mayor tasa de fracaso escolar, ¿significa que vivimos en un país de genios?
Si miramos el amplio elenco de pintores, arquitectos, cocineros y deportistas
de fama mundial, podemos pensar que es así. Pero en el reverso de la moneda
tenemos un país líder en desempleo, con una economía que se ha basado en el
poco creativo mundo de la promoción inmobiliaria.
Dejando de lado los tópicos, en cualquier cultura hay diferentes
grupos humanos, según se combinan la creatividad y la inteligencia. De acuerdo
con el test desarrollado por Wallach y Kogan,
éstos son los siguientes:
a) Mucha
creatividad y mucha inteligencia. Son personas con una alta capacidad de
atención en sus tareas. Suelen ser populares en su entorno y poseen una gran
autoestima.
b) Poca
creatividad y poca inteligencia. Como no les gusta correr riesgos, se refugian
en los convencionalismos. Buscan la seguridad en las cosas y personas
conocidas. Acostumbran a ser tímidos y con baja tolerancia a las críticas.
c) Mucha
creatividad y poca inteligencia. Su problema es que poseen una capacidad de
atención muy reducida. Tienen buenas ideas, pero se dispersan demasiado
fácilmente. Se caracterizan por un alto nivel de autocrítica y tienden a
aislarse.
d) Poca
creatividad y mucha inteligencia. Confían mucho en sí mismos, pero necesitan
trabajar en un entorno ordenado y previsible. Destacan por su alto rendimiento
laboral y académico. Acostumbran a ser extravertidos y sociables.
El arte de la resiliencia
"El fracaso es un episodio, nunca una persona" (W.
D. Brown)
Dado que es innegable que muchos alumnos reproducen el fracaso
escolar en el mundo laboral, la cuestión es: ¿por qué algunos niños logran
superarse y triunfar, mientras que otros arrastran su frustración toda la vida
adulta?
Según el neurólogo y psiquiatra Borís Cyrulnik, el factor
diferenciador se llama resiliencia: la capacidad de realizarse y ser feliz,
independientemente de lo traumático que haya sido el pasado de cada persona. Él
mismo es un vivo ejemplo, dado que durante el nazismo sufrió la muerte de sus
padres en un campo de concentración del que como niño logró huir. Pese a tan
terrible punto de partida, logró estudiar sin contar con medios económicos
hasta convertirse en una autoridad de talla mundial.
En su ensayo Los patitos feos, este
autor apela al cisne que vive en el interior de toda persona que alguna vez se
ha sentido excluida, incomprendida o fracasada. El protagonista del cuento
tiene algo que lo hace diferente a sus compañeros. La clave es entender esta
diferencia como algo positivo, ya que le va a permitir realizar cosas
extraordinarias.
Para que el patito feo se convierta en cisne debe proyectarse
hacia el futuro. Si hay una meta y ganas de alcanzarla, la metamorfosis es sólo
cuestión de tiempo.
Un buen ejemplo de esto lo encontramos en una vivencia del también
neurólogo Víktor Frankl, quien sufrió una experiencia equiparable a la de
Cyrulnik. El impulsor de la "logoterapia" cuenta que cuando estaba
preso en un campo de concentración, un día, mientras transportaba material,
desfalleció. Postrado en el suelo, oyó cómo un guardia nazi se le aproximaba,
lo cual significaba la muerte segura. En vez de aceptar su destino, en aquel
momento se imaginó a sí mismo como futuro conferenciante que explicaba al mundo
las barbaridades de los campos de exterminio. Esta misión personal le bastó
para sacar fuerzas de flaqueza y levantarse. Eso le salvó.
Del mismo modo, muchos niños y niñas que han sido patitos
feos en el aula han
logrado convertirse en cisnes y triunfar en la vida porque tenían planes
ambiciosos más allá de los muros de la escuela.
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